jueves, 15 de septiembre de 2022

La zorra y el masoca (ep1)

ES FICCIÓN! 


 Hola a todos, soy Alberto Hidalgo y os doy la bienvenida a este mi blog.

Para esta ocasión tengo una historia de sexo. Inventada, desde luego y protagonizada por dos personajes de ficción a los que denominaré cariñosamente de la misma forma que darán nombre y título a estas entradas. Bienvenidos a las historias de "La zorra y el masoca".
P.D. Más adelante descubriréis por qué se llaman estas historias así.
Comenzamos con la primera.




El otro día me decía un amigo: La felicidad es cuando encuentras a alguien con quien follas de puta madre y además te hace reír.
Supongo que tiene toda la razón. 
En esta sociedad caótica y de consumo en la que vivimos donde todo se vende deprisa y se deshecha, incluidas por desgracia las relaciones personales, es difícil, muy difícil encontrar a alguien con quien congeniar, entenderse o poder disfrutar de la vida más allá de un momento, una actividad, un suspiro.
Encontrar a alguien con la misma pasión, entusiasmo, con la misma meta vital y a quien apasionen las mismas cosas es terríblemente complicado. 
En mis casi cuarenta y un años de vida ya os digo que apenas lo he visto en contadas ocasiones. Y si además a esto le sumamos el hecho de tener muy buen sexo en la cama la ecuación se complica todavía mucho más.
Es por eso, amigos míos, que esta historia es algo especial de dos personas que se entienden y no solo comparten un mismo sueño, sino que además tienen una química muy especial entre ellos.

Se encontraban en una cómoda habitación de un confortable hotel para deportistas a poco más de una hora de Madrid, rodeados de pequeñas villas, campo y agua. El día anterior habían estado muy ajetreados. Tanto él como ella no habían parado de un lado para otro sin dejar de hacer cosas juntos. Aún así, a pesar del cansancio habían disfrutado el día haciendo lo que más les gustaba: trabajando en sus sueños.
Habían comido fuera, disfrutado del aire de la montaña y se sentían pletóricos. Por la noche cenaron en el restaurante del hotel y volvieron a la habitación para hacer el amor y dormir. 
A primera hora de la mañana, con los primeros haces de luz que iluminan el cielo despertaron. Dormían uno al lado del otro, cara a cara. Él le acarició el brazo. Ella simplemente movió su cuerpo y con una suave exhalación se recolocó. Entonces él comenzó a acariciar su cuerpo pasando suavemente los dedos de la mano recorriendo la hermosa figura de su compañera de cama. Levantó su camiseta dejando al descubierto sus senos y suavemente con la yema de los dedos acarició sus pezones. 
Ella abrió los ojos y le dijo: buenos días.
La respuesta de él fue un beso en los labios. Siguió acariciando sus blancos e inmaculados pechos, después los comenzó a lamer suavemente mientras sus manos bajaban por el cuerpo de ella hasta su punto más sensible. Lo acarició.
Cambió de postura y le quitó sus bonitas bragas de encaje. Ella se sacó la camiseta. Su cuerpo estaba al descubierto sobre la cama como si fuera una obra de arte. Atenta. Receptiva. Ansiosa.
Él se colocó entre sus piernas, las cuales abiertas de par en par le esperaban. Colocó la cabeza entre los muslos y observó la belleza de su sexo. Castaño, fino y corto era su bello púbico. Sus labios inferiores estaban abiertos y húmedos. Él comenzó a besarle las ingles. Ella se contorneaba ardiente de deseo. Se hizo de rogar un poco hasta que la besó ahí mismo. Finalmente comenzó a lamerle el clítoris haciéndola estremecer. Primero despacio, con calma. Poco a poco fue intensificando el movimiento con la lengua, agarrando su clítoris con los labios, succionándolo hacia dentro de su boca al tiempo que lo acariciaba con la lengua. 
A él le encantaba su sabor. Un sabor ligero, dulce. El fluido que salía de su vagina él lo encontraba agradable. Por lo tanto lo lamía con pasión y gusto. 
A la ecuación le añadió el introducirle un dedo por la vagina haciendo que este entrara y saliera sin parar mientras continuaba lamiendo con ardiente pasión el clítoris de ella. 
Los jadeos, que comenzaron como un breve susurro se convirtieron en gritos de lujuria. El cuerpo de ella se comenzó a agitar. Movía la pelvis de arriba abajo tensando los músculos mientras se acariciaba los pechos con energía. Así se mantuvo en el tiempo hasta que finalmente tuvo un potente orgasmo. La mujer no podía más, su cuerpo se estremecía tembloroso por aquello que él le estaba haciendo. El placer que había sentido quedaba patente en su rostro sin poder disimular. Él la encontraba preciosa cuando se corría. 
Fue entonces cuando él se quitó el calzoncillo mostrando su pene erguido que llevaba rato esperando a entrar en acción.
Se colocó sobre ella, la besó en los labios y le introdujo en pene por la vagina. Ambos sintieron algo maravilloso cuando sus cuerpos se unieron. Conectados él comenzó a introducirle su miembro con suaves movimientos de cadera mientras que ella le devoraba con los labios la cara y el cuello. Conversaban, se decían frases, cosas propias de amantes, de personas que se desean con ardiente fogosidad. 
Las embestidas de él eran cada vez más fuertes. Ella enloquecía de placer. Se acariciaba el clítoris y le daba de beber el suave elixir que de este manaba. Se besaban con fiereza. Se comían el uno al otro. Ella gemía ardientemente. Cambiaron de postura. Ahora ella era quien estaba encima. Primero dándole la espalda, haciendo ella el trabajo con su pelvis, produciéndole un placer extraordinario. Después se puso de frente con las piernas flexionadas apoyando los pies sobre la cama de tal manera que él podía ver perfectamente como su pene entraba y salía de la vagina de ella. Le acariciaba los pechos, la deseaba, la ansiaba. Sujetándola por los brazos tiraba de ella y le lamía los pechos, la abrazaba y la besaba. La penetraba con fuerza y energía haciéndola sentir un placer intenso que demostraba mediante potentes jadeos.
Ella se tumbó de espaldas y él la volvió a montar.
Ella volvió a alcanzar el orgasmo pocos minutos antes de que él también lo consiguiera. Al eyacular sintió un potente placer. Como si la vida se le escapara entre las piernas. Pocas habían sido las mujeres que le habían hecho sentir tanta pasión y unos orgasmos tan prolongados y potentes.
Abrazados empapados en sudor se echaron a reír como locos. Se sentían muy a gusto el uno con el otro. Se miraban a los ojos, se entendían, se besaban.
Finalmente él se puso al lado de ella y esta le abrazó con suavidad y ternura. 
Ya hacía rato que había amanecido. Por la ventana entraban grandes cantidades de luz solar que lo inundaban todo. Hasta justo aquel momento ni siquiera se habían dado cuenta de eso. 
Felices, extasiados y satisfechos descansaron un rato antes de darse una ducha e ir a desayunar. Otro largo día de actividades les esperaba y le habían dado comienzo de la mejor manera. 
Pasarían el día juntos, haciendo lo que más felices les hacía, uno al lado del otro sin darse cuenta que la vida les llevaba a su destino.

Fin.

Aquí acabo esta historia. 
Espero que haya sido de vuestro agrado.
Hasta la próxima!

Alberto Hidalgo.