lunes, 1 de abril de 2024

Reflexiones de Abril


 Hola a todos, soy Alberto Hidalgo y os doy la bienvenida a este mi blog.

Somos arena. Somos viento. Somos polvo cósmico.

Somos el resultado de nuestra historia. Somos sangre y vísceras de nuestra carne. Somos sueño. Una quimera. Un producto de la imaginación de un ser superior.


Se supone que vivimos el momento más grande de la historia. Hemos llegado a la culminación. No necesitarás nada y serás feliz…

El ser humano. El mismo que en la actualidad se cree capaz de todo y se siente en el más absoluto pedestal, incluso por encima de Dios, no es consciente de que quizás se tambalea y marcha irrefrenablemente hacia su propio desenlace.

Una sociedad, en la mayoría de los casos, inconsciente avocada a su propio final. Dominada por poderosos.
Sin principios morales. Sin religión. Sin respeto. Amnésica.

Una sociedad que estigmatiza la tradición, condena lo habitual y destierra todos los valores que nos han forjado y han dado pie a que lleguemos a la actual calidad de vida.

Hay que tener en cuenta que nuestros actos tienen consecuencias y la vida es efímera.


Ayer tenía quince años y vivía con mis padres en Barcelona.

Hoy tengo más de cuarenta y ya peino canas.

La vida es demasiado corta como para perder el tiempo. Y eso, querido lector, es precisamente lo que nos están robando, el tiempo.

Nos entretienen con toda clase de tecnologías para que estemos ocupados en banalidades y no pensemos, continuemos sin progreso. Nos convencen para que no sigamos nuestro instinto natural, nuestra esencia.
Para que evitemos hacer a toda costa lo que nuestros antepasados hicieron durante miles de generaciones.

En definitiva, para que no seamos felices.

Porque el objetivo principal en esta vida es ser feliz, y la felicidad se encuentra muchas veces en las pequeñas cosas: En una mirada amable, en un día soleado, en poder hacer ejercicio, … Pero también se encuentra en hacer lo correcto, y todos sabemos qué es.

Muchas veces la vida es mucho más sencilla de lo que nos cuentan o nos hacen creer.

Hacer lo que nos marca la sociedad, ir contra natura en muchos sentidos y protestar con la boca llena, como un niño consentido, eso solo nos conduce a la destrucción.

Pero mientras el mundo sigue girando. El espacio exterior sigue expandiéndose y la gran obra sigue su curso. Imparable. Absoluta.

Nuestras vidas son un instante. No somos más que un eslabón dentro de una cadena. Sangre de nuestra sangre.

Somos únicos sí, pero al mismo tiempo iguales.

Somos carne, tendones y hueso. Vísceras, mucosas, … pero por encima de todo, somos energía en movimiento.

Somos espíritu inmortal. Somos un minúsculo puntito dentro del espacio, microscópicos, que nacemos, crecemos y morimos en un suspiro, pero ese suspiro lleva una vida entera.

Somos nosotros quienes tenemos que decidir con qué llenar ese suspiro. Dejar un recuerdo entre los nuestros. Una muestra de nuestra existencia que no sea tan fácil de borrar.

En mi caso, desde muy pequeño he tenido el irrefrenable impulso de expresarme a través del arte, ya fuera este la escritura, la interpretación, las artes marciales, etc…

Encontré mi camino a los once años y desde entonces no he parado de andarlo.

Y las cosas durante mucho tiempo no fueron fáciles.

Pero cuando alguien quiere algo con todas sus fuerzas y trabaja y sigue de manera constante en busca de aquello que desea al final, más tarde o más temprano, las cosas suceden.

Cada cual tiene que tener un objetivo en la vida y seguirlo. Construir en pro de un sueño que te lleva a materializar aquello que deseas.

Pero para conseguirlo el deseo debe de ser puro y debes caminar con constancia en esa dirección. Y es fácil distraerse y salirse del camino. Es muy fácil. Pero quien insiste se encauza.
Todo lleva su esfuerzo en esta vida. Para bien o para mal nada es gratis. Todo tiene su precio. Por más que nos digan siempre se paga de alguna manera. Es por eso la importancia de expresarse con honestidad y seguir tu propio camino sea como sea. Es de vital importancia siempre y cuando queramos ser felices.

En esta sociedad convulsa tenemos la opción, por ahora, de tratar de llegar a nuestros objetivos. La cuestión es, ¿eres capaz de hacer el esfuerzo necesario desde la constancia para alcanzarlo?

La mayoría eligen el camino fácil. Victimizarse y culpar de sus problemas a terceros. Pocos son los que desde la honestidad trabajan y siguen trabajando al precio que sea por conseguir sus objetivos y llegar al lugar que les pertenece. Al lugar donde desean estar.

Las energías son muy importantes. El karma hace su trabajo. Si uno está en armonía con el universo todo es más fácil.

Para muchos su idea de progreso es aprovecharse de los demás.

Nada funciona con dobles intenciones. Las cosas no son así. Cada cual debe seguir su camino y si se puede caminar con alguien, por lo menos una parte del trayecto, pues maravilloso. Pero sin dobles intenciones. Sin engaños.

Solo la honestidad nos dará la clave del éxito. Honestidad, trabajo constante y preparación.

Ese es el auténtico camino al éxito y la riqueza, tanto física como espiritual.

Porque si eres feliz con lo que haces, ya sea estando solo o bien acompañado disfrutas de la vida. El resto de las cosas vienen por añadidura.

Todo lo que somos. Todo lo que creamos y construimos empieza dentro de nosotros. Nace de un pensamiento puro.

Piensa en positivo. Crece. Cumple tus sueños. Siempre se está a tiempo de empezar.


Esto no es más que una reflexión sin mayor intención que hacer pensar a aquellos que me lean.

Espero que haya sido de vuestro agrado.

Un fuerte abrazo queridos amigos.

Alberto Hidalgo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario