domingo, 18 de octubre de 2015

Cuando el pasado nos alcanza

ES FICCIÓN!


Hola a todos!
En esta ocasión os presento una historia que escribí hace algunos años.
Se me ocurrió siendo adolescente y en 2006 la desarrollé con copyright del 2007.
Es un relato corto en el que se mezcla una historia épica con ciencia ficción y romance.
No tiene nada que ver con la otra que publiqué en la entrada anterior Mi vida con Jana.
Esta es una historia de aventuras apta para todos los públicos.
Espero que sea de vuestro agrado.

Cuando el pasado nos alcanza
Parte de esta historia está basada en hechos reales.
Inspirada en los hechos ocurridos durante el siglo XVI y XVII con los tratos comerciales entre España y Japón y el viaje de la embajada Keicho de Sendai por el imperio español.

En el año de gracia de nuestro señor de 1550 en la España del Emperador Carlos 1º vivió un audaz castellano llamado Guillermo Alfonso Castilla. Descendiente de valientes
caballeros de la reconquista e hijo de un gran conquistador de las Américas, Guillermo era un gran marino, un gran guerrero y capitán del imperio español.
Se encontraba en Suramérica, en una grandiosa batalla contra los Incas. Cientos de valerosos españoles junto a miles de indígenas aliados se enfrentaron a millones de Incas en una apoteósica batalla. Guillermo, al mando de doscientos hombres, estaba a punto de entrar en combate. Mientras se preparaban, oyó como algunos de los castellanos a sus órdenes se mofaban  por algunas de sus costumbres orientales que adquirió cuando estuvo retenido contra su voluntad en Japón años atrás.
Ante aquella falta de respeto a un superior, sin vacilar, tomó medidas en el asunto y les dio una buena reprimenda.
Guillermo estaba cansado de oír a sus espaldas estúpidos comentarios acerca su disciplina y su forma de luchar oriental.
Entraron en combate.
Sus hombres, como el resto de combatientes españoles, estaban especializados en una o dos armas nada más dominando, la mayoría de ellos, la espada y el mosquete.
Guillermo en cambio era como un samurái y utilizaba sus manos y piernas para dar golpes mortales además de conocer y dominar a la perfección todas las armas de guerra de su época.
Tras horas de cruel batalla la victoria se alzó en el bando de los españoles.
Al anochecer en el campamento lo celebraron y salvo los que estaban de guardia todos bebieron y comieron, cantaron canciones y celebraron la dulce victoria de la jornada.
Empapados en alcohol y molestos por la reprimenda anterior a la batalla seis de los hombres de Guillermo decidieron vengarse y vizcaína en mano le atacaron.
Pero Guillermo a diferencia de ellos no estaba ebrio y se supo defender. Durante la pelea y en defensa propia mató a dos de ellos. Todo ello destempló la celebración y más cuando uno de los dos a los que dio muerte Guillermo era hijo de un grande de España que además era benefactor de aquella empresa.
Los altos mandos lo juzgaron y por no ajusticiarlo debido a sus méritos militares decidieron enviarlo de vuelta a España y que allí decidieran qué hacer con él. Durante la travesía tuvo que soportar el desprecio de sus compatriotas. No lo aceptaban porque era distinto. Una vez en España lo juzgaron pero en lugar de condenarlo le encomendaron dirigir su propia misión. Un viaje no falto de peligros que podría costarle la vida.
Años atrás, en un viaje que hizo Guillermo a Japón junto a unos franciscanos para cristianizar esas tierras fue encarcelado en el castillo de un Daimio durante tres años. La curiosidad podía a aquel señor feudal y le brindó a Guillermo la posibilidad de hacer un intercambio cultural y mientras este le contaba cosas de Europa y el nuevo mundo, el Daimio lo trató casi como a un invitado permitiéndole conocer la cultura, las artes marciales, aprendió japonés y fue allí donde adquirió costumbres niponas. Debido a eso el emperador Carlos sintió interés por conocer a Guillermo y tras una entrevista con él le encomendó la misión de viajar al Japón de la era Muromachi, que se encontraba en guerra entre feudos, y abastecer de armas de fuego el feudo de los Tokugawa.
También debía llevar la palabra de Dios a aquellas tierras paganas por lo que junto a él y sus hombres viajarían algunos religiosos. Guillermo aceptó la misión. Era un gran honor poder servir a su Rey.
En los días posteriores visitó a sus ancianos padres, que vivían en una hacienda a las afueras de un pequeño pueblo de castilla. Pasó unos días conviviendo con ellos como nunca antes lo había hecho.
Fue como si se despidiera para siempre. Algo le hacía sentir que no los volvería a ver.
Viajó hasta Cádiz y allí preparó una tripulación de doscientos hombres y se zarpó hacia Cipango. Siguiendo las antiguas rutas portuguesas bordeando el África, la India y China, la embarcación pasó por muchas calamidades.
Durante la travesía Guillermo sufrió un motín por parte de varios marineros, que consiguió reducir con la ayuda de su contramaestre en el barco. El contramaestre era un tipo duro, alto, con la cabeza rapada y acostumbrado a la acción. Él y Guillermo durante el viaje se hicieron buenos amigos.
En otra ocasión, intentando coger provisiones en las costas del áfrica, se vieron atacados por caníbales.
En los mares de la India y China se enfrentaron en una batalla naval contra piratas Chinos a los que consiguieron vencer después de una larga lucha.
Llegó el mal tiempo. Llevaban días de fuertes tormentas cuando, de noche, llegaron a las costas de Japón.
La tripulación estaba mermada y algunos de ellos enfermos. El temporal fue tan fuerte que perdieron el rumbo y naufragaron contra las costas japonesas sin saber dónde se encontraban.
Su embarcación quedó destruida. Al amanecer, agotados de luchar contra la tormenta y con todo lo que fueron capaces de rescatar se adentraron en territorio japonés.
Ellos no sabían en qué parte del Japón se encontraban y eran conscientes que de tratarse de un feudo rival se les condenaría a muerte, pero no tenían otra opción.
Por el bosque, desde la lejanía, tenían la sensación de que alguien los vigilaba.
Temerosos pero sin más remedio siguieron avanzando.
A las horas de caminar por un bosque se encontraron de frente con un grupo de Samurái.
Antes de que Guillermo tuviera tiempo para intentar mediar con ellos, estos les atacaron matando a más de la mitad de ellos y al resto los tomaron como prisioneros.
Guillermo, el contramaestre del barco y cuatro hombres más acabaron en las mazmorras del castillo de aquel señor feudal, contrario este a los Tokugawa.
Los samurái informaron a su señor y este temeroso de aquellos diablos extranjeros los mandó ejecutar. De este modo, en un patio principal del castillo delante del señor feudal y su hija comenzaron a ejecutar a los navegantes españoles.
Primero ejecutaron a cuatro hombres. El contramaestre del barco y Guillermo lo presenciaron atados y arrodillados con impotencia.
Después decidieron ejecutar al contramaestre, pero este se les revolvió y la ejecución se convirtió más bien en una lucha. Finalmente y debido a lo desigual que era aquello acabaron eliminando al grande y duro contramaestre del barco. Llegó el turno de Guillermo. Este no se resistió. Con las manos atadas a la espalda, lo arrodillaron y pusieron su cabeza sobre un tronco.
Guillermo recitó una plegaria en japonés antes de que lo decapitaran, lo cual llamó la atención de la hija del Daimio, la señorita Aiko, que le comentó a su padre lo interesante que podría ser para poder conocer a su enemigo si pudieran hablar y sacarle información a aquel extranjero conocedor de su lengua.
En realidad Aiko quedó prendada por la mirada serena de Guillermo justo antes de que fueran a ejecutar a este. Era una mirada distinta a todas las que había visto antes. Una mirada libre de carga, tranquila, como si al otro lado del abismo le esperara algo mejor de lo que este mundo podía ofrecerle. Guillermo la miró a los ojos y una presión encogió el pecho de aquella joven japonesa.
No comprendía como alguien podía tener tanta paz en su mirada justo cuando lo iban a ejecutar.
Por eso le pidió a su padre que detuviera la ejecución.
Este después de pensárselo decidió hacer lo que su hija pedía. Sería interesante conocer lo que sabía aquel extranjero antes de ejecutarlo, ya que para eso siempre estaría a tiempo.
Devolvieron a Guillermo a las mazmorras y le dieron de comer.
Las mazmorras del castillo eran un lugar sucio y hediondo lleno de ratas y gente muerta y enferma.
El celador, encargado de la vigilancia y la alimentación de los presos, lo trataba peor que a cerdos.
Casi no le daba de comer, y lo poco que le daba se lo tiraba a la cara.
A la semana de estar ahí encerrado, por la noche en vez de ir el celador fue Aiko, la hija del Daimio. Disfrazada de empleada en el castillo vestida con arapos, alimentaba a los presos. Todo por ver a Guillermo. Este la reconoció por sus ojos y su mirada.
Ella le proporcionaba alimentos en condiciones y hablaba con él.
Sentía gran curiosidad por saber quien era, de donde venía y qué sentía. A la noche siguiente Aiko volvió a hacer lo mismo. Ella, metida desde pequeña en un estricto mundo lleno de reglas, hipocresía y falsedad donde se veía obligada a seguir al pie de la letra cientos de protocolos y de normas fingiendo, en muchas ocasiones, sentirse bien con gente odiosa.
Al tratar con Guillermo, un extranjero que ni derecho a la vida tenía, la hizo sentirse liberada.
Un bárbaro de tierras lejanas, fuerte y apuesto, con el que podía hablar en su propia lengua de temas que jamás podría haber comentado antes con nadie, temas como la navegación, los viajes y la astrología que la fascinaban. Desde entonces, Aiko bajaba cada noche disfrazada de empleada a las mazmorras. Pagaba celosamente a los guardias para que nada de aquello llegara a oídos de su padre. Entre Guillermo y ella surgió el amor.
Aiko se preocupa mucho de él. En ocasiones lo subía a sus aposentos a altas horas de la noche y lo lavaba, lo alimentaba bien, y él la correspondía con su amor. Aquel tiempo fue uno de los más felices de la vida de Guillermo. Parecía estar encontrando su lugar en la tierra.
Al llegar el invierno decidieron huir juntos de allí y vivir quizás como pobres pero felices lejos de cualquier otro ser humano donde sus sentimientos pudieran fluir con total normalidad sin temor a ser juzgados y criticados por raza, credo o cultura.
Una noche Aiko liberó a Guillermo y burlando la seguridad del castillo salieron por un pasadizo secreto de allí.
Salieron al exterior cogidos de la mano y corrieron hacia el bosque. Desgraciadamente un guardia desde una torre de vigilancia los vio y dio la voz de alarma.
Se dirigían a las montañas. El Daimio al enterarse no daba crédito, enloqueció de rabia y mandó tras ellos a un grupo de sus mejores samurái. Salieron a buscar a la señorita Aiko y a matar a Guillermo. De repente les sorprendió una tormenta de nieve.
Guillermo y Aiko subieron la pendiente de una enorme montaña nevada por donde los samurái a caballo no podían pasar. Estos desmontaron y los persiguieron a pie.
Aiko, nada acostumbrada a correr por un monte nevado no podía avanzar demasiado deprisa y se cansaba rápido. Al poco una primera avanzadilla de samurái les alcanzó. Guillermo luchó con ellos bravamente pero en el enfrentamiento Aiko sufrió una herida mortal accidentalmente por uno de los samurái. Esta cayó inconsciente sobre la nieve sangrando abundantemente. Guillermo luchó hasta matar al último de ellos. Cuando volvió al lado de su amada esta exhalaba su último aliento. Aiko murió en sus brazos sintiéndose libre y amada como nunca antes se había sentido. Lágrimas salieron de los ojos de Guillermo y cayeron sobre el inmaculado e inerte rostro de Aiko.
Cuidadosamente la cargó en brazos. A lo lejos podía oír como se acercaban el resto de los samurái enviados por el Daimio. Guillermo subió a la cima de la montaña.
Se hizo de día. Cubierto de escarcha  y agotado de haber andado toda la noche con el cadáver de Aiko en brazos Guillermo se desplomó. Como pudo dejó lo más cuidadosamente posible el cadáver de Aiko sobre el hielo. Arrodillado ante ella la contempló. Su hermosa amada había muerto en la flor de la vida. Si no la hubiera conocido jamás le habría ocurrido una cosa así. Guillermo pegó un grito desgarrador producido por el dolor de haber perdido a su amor.
Su grito produjo eco en las montañas causando un alud. El hielo sobre el que estaban se abrió y cayeron en una grieta que quedó cubierta por la avalancha de nieve.
Guillermo y Aiko quedaron sepultados por metros de hielo y nieve.
Juntos para siempre.

O tal vez no.
Pasaron quinientos años.
Año 2050.
Un grupo de seis excursionistas estaba escalando esa misma montaña. Caminaban por el hielo cuidadosamente y en fila india atados todos a una cuerda que les unía, cuando al pasar el último de ellos, el hielo se rompió y cayó dentro de una cueva natural.
Lo que siglos atrás había sido un bloque macizo de hielo se había convertido en hielo fino quebradizo. Sus compañeros enseguida le ayudaron a salir. Mientras lo sacaban vio que no estaba solo en aquella cueva. Había dos personas más en el hielo que parecían llevar allí mucho tiempo. Llamaron al equipo de rescate. Al sacarlos descubren que aquellos cadáveres llevaban siglos ahí metidos. Informaron a la policía. Los medios se hicieron eco saliendo la noticia en periódicos y televisión de todo el mundo. El cadáver de un hombre occidental y una mujer japonesa habían sido hallados en un monte de nieves perpetuas en Japón. Todo el mundo quería conocer su historia. 
Kaori, una joven y atractiva historiadora que trabajaba en el instituto de conservación del patrimonio japonés en Tokyo buscaba la manera de poder llegar a ser testigo de aquel fabuloso hallazgo o por lo menos conversar con alguien que estuviera al tanto de todo.
Una prestigiosa empresa privada farmacéutica asociada a empresas del gobierno japonés con inversores muy influyentes de estados unidos se hizo con los derechos de ambos cadáveres con el único propósito de intentar devolverles a la vida.
Reunieron a un grupo de investigadores y científicos, expertos en la investigación y recuperación de animales extintos que empezaron a trabajar inmediatamente en aquel proyecto que llenaría de prestigio y gloria a los responsables.
Pasan los meses.
Después de descongelar y estudiar detenidamente todo lo relacionado al cadáver de Aiko, decidieron volver a congelarla y conservarla tal cual la encontraron con intención de exponerla en algún museo más adelante.
A Guillermo tras realizar un estudio muy similar al que le hicieron a Aiko vieron la posibilidad de resucitarlo mediante un nuevo tratamiento con una proteína que repara el tejido cerebral dañado por la congelación. Al haber muerto congelado si conseguían descongelarlo con éxito mediante una máquina similar a un microondas que preserva y reanima las células muertas tras la congelación conseguirían devolver a la vida a un hombre de más de quinientos años.
Tras semanas de trabajo en el laboratorio el corazón de Guillermo volvió a latir tras siglos inerte como una roca.
Sus constantes vitales se fueron normalizando y a pesar de varios sustos consiguieron mantenerlo con vida en estado de coma. La actividad cerebral milagrosamente fue cobrando protagonismo.
Una madrugada Guillermo despertó. Tras quinientos años muerto volvía a la vida.
Se encontraba entubado en una camilla con varias vías en los brazos, desnudo cubierto por una sábana.
Por un momento se sacudió, como convulsionando.
Tenía la cabeza con las ideas y los recuerdos totalmente alterados. Desorientado y adolorido se sacó el tubo que tenía en la garganta para respirar. Al poder fijar su vista y hacer un reconocimiento de la sala donde se encontraba pensó haber despertado en el infierno. Rápidamente llegaron las enfermeras con los médicos.
Estaba muy asustado, no comprendía nada. Con sus primeras fuerzas golpeó a los médicos que lo atendían hasta dejarlos sin sentido. Medio a rastras consiguió asomarse a la puerta de la sala. Las enfermeras sin saber que hacer gritaban pidiendo ayuda a los de seguridad, pero antes de que estos llegaran Guillermo perdió el conocimiento.
Despertó nuevamente en una habitación. Se encontraba tumbado y atado a una cama de lo que venía a ser como una habitación de planta de un hospital, pero esta se encontraba en un laboratorio privado. Tras un enorme espejo falso, desde la habitación contigua tenía vigilancia las veinticuatro horas.
Esta vez al despertar estaba más tranquilo. Fueron las enfermeras a atenderle. Trataba de comunicarse pero nadie le entendía. Les hablaba en español y japonés de su época pero a duras penas podían entender algo de lo que les decía. Los médicos hicieron acto de presencia.
Guillermo se dejaba hacer. Trataba de comprender qué significaba todo eso.
Le hicieron todo tipo de pruebas. Test de inteligencia y conocimiento del medio.
Le ayudaron a lavarse y le dejaron su ropa, para que se vistiera.
Guillermo empezaba a ponerse nervioso. No entendía nada y nadie le explicaba donde estaba y porqué estaba ahí.
Lo grabaron en video y sacaron un documental al cine. Fue un gran éxito. La noticia dio la vuelta al mundo.
Un hombre del siglo XVI devuelto a la vida tras quinientos años muerto. Hablaron de él en las noticias, para los periódicos, la televisión y revistas de todo tipo. En todas partes se hacía eco de la resurrección de Guillermo y de la mujer a la que amó, la cual se mantenía congelada para su estudio y contemplación.
Pasaban las semanas y Guillermo pasaba la totalidad del día encerrado en su habitación. Recibía a diario la visita de varios médicos y enfermeras, le daban de comer y trataban de entender algo de lo que él decía. Eran conscientes de que iban a necesitar a alguien que les ayudara a entender a aquel hombre venido de otra época.
Un día lo cambiaron de habitación confinándolo en una sala ambientada en la Europa del siglo XVI que tenía una de sus paredes de cristal transparente blindado y los responsables organizaron una entrevista ante la prensa de todo el mundo exhibiéndolo como a una fiera.
Guillermo encontraba la decoración ridícula y extraña a pesar de ser mucho más agradable para él que el resto de estancias.
Los periodistas lo fotografiaron con asombro e incredulidad, como si fuera un nuevo tipo de animal en el Zoo.
Guillermo acabó estresando, se enfadó y se puso violento. Hablaba, gritaba, pero no conseguía nada. Los asistentes lo miraban con asombro y a sabiendas de que no podía salir de ahí, se rieron de su enfado.
Tras aquel día Guillermo decidió no comer con la intención de morir por inanición.
Recordaba constantemente a su amada Aiko. Querría haber permanecido muerto en el hielo con ella. Antes de intentar obligarle a comer o alimentarlo artificialmente los responsables decidieron buscar a un experto en la época en la que vivió Guillermo y que conozca el japonés antiguo con la intención de poder comprenderle mejor y levantar así su estado de ánimo.
De este modo dieron con Kaori, que a pesar de su juventud, estaba considerada como una de las mayores expertas en cultura y tradiciones del Japón del siglo XVI.
Kaori en aquel momento sufría una gran depresión personal, ya que recientemente el que había sido su novio de toda la vida la había abandonado para irse con su mejor amiga el mismo día en el que se iba a casar con él, lo que le  partió el corazón.
Sus padres la animaron a coger aquel trabajo con la intención de que estuviera distraída y no pensara más en el tema. Finalmente ella aceptó.
No imaginaba que conociendo a Guillermo iba a formar parte de una historia antigua llegada hasta nuestro tiempo.
Al día siguiente se presentó en las oficinas de la empresa propietaria del laboratorio.
Estos, tras hacerle un curso relámpago de dos días acerca sus normas, protocolos y dinámica de la empresa la llevaron al laboratorio.
Ya que Kaori hablaba el japonés antiguo y un poco de español, su trabajo consistiría en conversar con Guillermo, hacerle que contara su historia y mantenerle animado y lo más feliz posible.
Cuando se la presentaron este ni siquiera la miró.
No quería  hablar con nadie, solo quería morir.
Igualmente Kaori comenzó a hablarle en español y japonés antiguo siguiendo las formas del siglo XVI lo que sorprendió a Guillermo enormemente. Finalmente acabaron conversando. Pasaron los días y se hicieron amigos.
Guillermo le contó su triste historia: cuando luchó por el reino de España en las américas, cuando cayó preso en el Japón feudal, su regreso a la campaña de las américas, como sus compañeros le faltaron al respeto y cómo el Rey le encomendó la misión de volver a Japón. Su relación con Aiko, como esta murió y cómo él acabó allí.
Por su lado Kaori también le contó su vida. Ambos empatizaron.
Kaori sentía una gran admiración por Guillermo.
Debido al trato diario comenzaron a surgir lazos afectivos entre ambos.
Kaori estaba dedicada a su trabajo por contrato seis días a la semana doce horas diarias con disponibilidad las veinticuatro horas en caso de que fuera necesario.
Por sugerencia de los médicos, para la adaptación de Guillermo al mundo actual Kaori le enseñó los electrodomésticos actuales y los inventos utilizados a diario por la gente contemporánea como la luz eléctrica, la televisión, el teléfono...etc.
Al verlos Guillermo tardó en aceptarlos y comprenderlos. De este modo se sucedieron continuas situaciones cómicas entre Guillermo y Kaori, lo cual desencadenó que se enamoran.
Cuando ya estaba bastante adaptado a las comodidades de la vida moderna, Kaori le enseñó historia universal, centrándose en España y Japón, desde su época hasta la actualidad.
Guillermo entristeció. No comprendía como los hombres habían podido llegar tan lejos creando la bomba atómica y realizando masacres y genocidios mucho más atroces que los que vio en su época.
A su parecer el ser humano no solo seguía siendo el asesino despiadado de siempre, sino que había descubierto nuevas y más efectivas formas de aniquilar y además tenía la cara de ser lo suficientemente hipócrita como para que mientras por un lado masacraban a sus hermanos en una punta del planeta, en la otra despotricaban contra aquellos que causaban semejantes males y condenaban a muerte a cabezas de turco por sus propios pecados.
Se dio cuenta de lo horrible que era nuestra sociedad y le entristecía mucho al ver en que había acabado el mundo.
Su mundo con mucho más honor y respeto ya no existía, estaba olvidado y perdido y había desembocado en aquella sociedad histérica, ciega y homicida.
Kaori y Guillermo estaban cada vez más unidos.
Finalmente, con cuidado y a espaldas de todos iniciaron una relación sentimental.
Guillermo quería salir de la clínica y vivir junto a Kaori tal cual le hubiera gustado hacer con Aiko, la cual seguía presente en su memoria y sus sueños en los que hablaba con él. Pero los responsables de devolverlo a la vida no estaban dispuestos a dejarle ir sin más.
Cuando ya era demasiado evidente Kaori se ve obligada a confesar su amor por Guillermo a sus jefes.
Estos tas una monumental bronca en la que la ridiculizaron de mala manera la despidieron sin posibilidad de poder volver a ver a aquel hombre de más de quinientos años.
Para ellos Guillermo no era más que un experimento con el cual poder ganar mucho dinero y prestigio. Ellos lo habían devuelto a la vida por lo tanto lo consideran una propiedad.
Guillermo, que había progresado enormemente en el conocimiento del japonés moderno,  intentó hablarlo con ellos, pero estos hicieron caso omiso.
En un ataque de ira les agredió. Lo consiguieron someter con dardos tranquilizantes y lo encerraron. Un mes más tarde Kaori consiguió burlar la seguridad de aquel laboratorio con la ayuda de unos amigos ex militares y sacaron de allí a Guillermo como si de una misión especial se tratase.
Por primera vez Guillermo descubrió el Tokyo moderno.
Tras varios días ocultos en un love hotel de la capital nipona, tomaron un tren y viajaron hasta una zona rural lejos de la ciudad.
Huyeron al campo, a una pequeña casita rústica que tenían los padres de Kaori junto a un lago en un valle lejos de todo.
Por su parte los responsables del laboratorio al descubrir que Guillermo huyó con aquella chica informaron a la empresa central y estos encolerizaron. Decidieron entonces darle caza y recuperarlo vivo o muerto antes de que la prensa se enterara y el mundo entero lo supiera.
Contaban con todo un ejercito de mercenarios a los que pusieron tras la pista y mandaron tras ellos.
Pasaron los días. Guillermo y Kaori pensaron por un momento que nadie los encontraría allí y empezaron a vivir felices en ese rincón perdido del Japón actual.
Para Guillermo la vida que nunca tuvo antes parecía estar llegando.
Basaba sus días en la contemplación de la naturaleza al lado de Kaori. Preparaban la comida juntos, realizaban las tareas del hogar, Guillermo le hablaba de costumbres cotidianas de su época, algunas de lo más extrañas para la gente de ahora. Por la noche acostados en la cama, antes de dormir, hacían el amor con dulzura.
Desgraciadamente su felicidad no duraría demasiado. Una mañana el ejercito de mercenarios mandados por aquellos que resucitaron a Guillermo les encontraron.
Un portavoz se acercó a la casa y les dio un ultimátum. Si Guillermo iba con ellos no les ocurriría nada. Guillermo, hombre de acción y sabiendo que su vida no tenía futuro confinado en las instalaciones del laboratorio de aquella empresa como su mascota, les respondió matando al portavoz. Una veintena de hombres trajeados sacan de sus maletines y de sus trajes pistolas y armas automáticas. Guillermo y Kaori se refugian dentro de la casa mientras que sus enemigos liberan un infierno de plomo y fuego contra su refugio.
Tirados en el suelo del salón Kaori estaba muy asustada. Los cristales de las ventanas estallaban en mil pedazos, las paredes se llenaron de agujeros, trozos de madera, de yeso, de metal, de plomo volaban por todas partes sin control. Guillermo la abrazaba cubriéndola de que no le fuera a dar ningún cristalito o cualquier otro objeto que volaba a su alrededor.
Una vez cesaron el fuego, Guillermo se posicionó dentro de la casa y mandó a Kaori esconderse.
Tras unos minutos varios hombres entraron y Guillermo les dio muerte usando sus técnicas de artes marciales.
Desde fuera prendieron fuego a la casa. Podían hacer lo que quisieran, la casa estaba a kilómetros de cualquier otro lugar.
Guillermo se hace con varias armas de fuego de los que ya han muerto y sale a combatirlos.
La lucha, desigual se mire como se mire, se declina a favor de Guillermo, rápido, violento y salvaje como él solo. Les da muerte a la veintena de hombres. Una vez muertos este se pasa cadáver por cadáver a rematarlos sin piedad. Cuando terminó llamó a Kaori y esta salió a su encuentro.
Se abrazan felices. Creen haber superado el último obstáculo.
Desde lo lejos, un francotirador dispara su fusil y el proyectil impacta en la cabeza de Guillermo matándolo al instante. Su cuerpo inerte cae al suelo con la mirada perdida. La sangre sale de su cabeza a chorros por unos segundos. Poco a poco va perdiendo presión. Su sangre lo baña  todo. Kaori grita y llora impotente. Cae al suelo de rodillas ante el cadáver de su amado. Sus manos se empapan de la sangre de aquel guerrero del siglo XVI. Un amor por el que ambos tanto habían apostado. Llora desconsolada sobre el cadáver de Guillermo.
De repente, el francotirador se acerca a ellos. Vestido de negro con gafas oscuras. Impasible la mira con cara de satisfacción. Mete la mano en su americana y saca una pistola automática. Sin mediar palabra le pone el cañón en la frente a Kaori, que con los ojos inundados en lágrimas lo mira desconsolada.
El francotirador le dispara en la frente a quemarropa. El proyectil le sale por la nuca y Kaori muere junto a su amado.
Su asesino impasible lo fotografía todo con su teléfono y tras hacer una llamada se marcha del lugar.
Días después sale una noticia que recorre los periódicos y la televisión del mundo entero. El español del siglo XVI que fue resucitado en Japón muere de un infarto en su habitación del laboratorio durante la noche sin motivos aparentes. Según se informa, al parecer su cuerpo estaba débil y no soportó la vida por mucho tiempo. La sociedad se conforma y siguen sus vidas como siempre.
En ocasiones, por más que luchamos, la felicidad es inalcanzable y cuando nos llega es la muerte nuestra auténtica liberadora de ataduras, la única que nos permite la felicidad eterna.
Esta historia muestra la lucha y el sufrimiento de un hombre por encontrar un sitio en el mundo del que formar parte, al que el destino le permite ver el futuro de la humanidad, pero desgraciadamente ese futuro es contrario al que soñaron nuestros padres. Ese mañana mejor es una pesadilla de odio, egoísmo, hipocresía, lujuria y egocentrismo que lleva a la humanidad de cabeza a la autodestrucción. La sangre vertida por todos nuestros antepasados por conseguir un mundo mejor para las próximas generaciones fracasaron. El mundo de hoy sigue siendo un caos cruel y despiadado destinado a desaparecer por su propia furia.

Espero que haya sido de vuestro agrado.
Hasta la próxima.

Alberto Hidalgo.

 

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