Es ficción!
Hola a todos soy Alberto Hidalgo y os doy la bienvenida a este mi blog.
Aquí va una nueva aventura de ficción de mi serie La zorra y el masoca.
Quiero contaros otra historia sobre pasión y sexo. Otra historia muy especial.
Estaban en el salón de la casa familiar de ella. Un amplio salón de un chalé en una localidad del sur. Ambos trabajaban con el ordenador en un nuevo proyecto. Concentrados. Juntos uno al lado del otro.
Mientras trabajaban afanosamente no podían remediar sentir esa fuerte atracción que los obsesionaba al uno por el otro. Una atracción carnal que tenían que desahogar constantemente.
Ya la noche anterior, en el mismo lugar, sentados a la mesa del salón trabajando y mientras familiares de ella descansaban en la planta superior, él le introdujo la mano bajo las bragas y le estimuló con los dedos el clítoris hasta llevarla al éxtasis.
Se corrió mordiendo el hombro de él para no gritar de placer. Ese placer que él le producía y del cual ella era adicta.
Pero en aquel momento, al día siguiente, se encontraban solos.
Mientras intercambiaban palabras de lo que estaban haciendo no podían evitar tocarse.
Esa emoción, esa lujuria controlada poco iba a durar así.
En un momento dado no podían más.
Para cuando quisieron darse cuenta se estaban metiendo mano.
Fue entonces cuando ella propuso ir a la cocina, en la misma planta, al otro lado del recibidor.
Se levantaron y corrieron hasta allí. Desde una de las ventanas de la cocina se veía la puerta de entrada del chalé, lo que les permitía asegurarse de que no les fueran a pillar follando ninguno de los familiares de ella.
Fue entonces cuando él le bajó los pantalones y las bragas. Con celeridad metió la cabeza entre sus piernas y comenzó a lamerle el clítoris. El deseo y la pasión los poseían. Tras varios minutos ella no podía aguantar más tiempo quieta. Así que hizo lo propio y tras bajarle los pantalones se introdujo el pene de él en la boca y lo chupó como si le fuera la vida en ello.
Después de los preliminares ella se puso contra una repisa y él la penetró desde atrás a pelo.
Comenzaron a fornicar con gran deseo. Un deseo desenfrenado que los poseía constantemente.
Ella le pedía que le diera duro, repetía el nombre de él y pedía a gritos que se la follara. Él la agarró de su largo pelo y tiró hacia tras, le dio varias cachetadas en el culo y comenzó a empotrarla como si no hubiera un mañana. Eso a ella la excitó terriblemente. Estaba completamente poseída por la lujuria.
Él desde atrás, mientras la penetraba, le había levantado la ropa y le acariciaba los pechos. Ella le pedía que se los agarrara con fuerza, que le diera duro y él se limitaba a obedecer.
Follaron durante más de media hora cuando ella empezó a acercarse al orgasmo y le pidió a él que se pusiera un preservativo.
Tras varios embistes él aceptó y se puso una goma en el pene. Acto seguido siguió con su trabajo.
La penetraba con fuerza, con pasión y con amor. La penetraba como si fuera lo último que iba a hacer en vida y ella estaba disfrutando de lo lindo.
Al cabo de algún tiempo ella llegó al orgasmo gritando como si estuviera poseída. Le hubiera gustado que los dos llegasen al orgasmo a la vez, pero habitualmente era ella quien acababa primero.
Él siguió embistiéndola. Dándole duro. Al cabo de unos minutos él también acabó.
Los orgasmos con ella eran largos y potentes. Eran simplemente espectaculares.
Se amaban profundamente y eso les llevaba a una conexión poco frecuente en los días de hoy.
Cuando él sacó el pene del interior de ella, esta estaba tan mojada que por un momento pensó que lo mismo se había roto el condón en su interior. Pero no fue así.
En pocos minutos tenían que irse. A ella le hubiera gustado una segunda ronda. Igual que a él. Pero eso tendría que esperar a otro día.
Como siempre se habían amado con locura y a pesar de otros temas y muchas cosas, lo cierto es que eran una pareja única, de las que se ven en contadas ocasiones debido a su profunda conexión en todos los temas en general.
Eso es todo por ahora queridos amigos.
Espero que esta historia haya sido de vuestro agrado.
Mis mejores deseos para aquellos que me leéis.
Hasta la próxima!
Alberto Hidalgo.
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