lunes, 18 de diciembre de 2023

Belleza morena

ES FICCIÓN! 


Hola a todos, soy Alberto Hidalgo y os doy la bienvenida a este mi blog.

Se acaba el año y no puedo evitar tener una creatividad elevada. Por eso entre proyecto y proyecto desarrollo otras historias de aquello que me inspira y no me sirve, en un principio, para lo que ando preparando.
En esta ocasión tengo para vosotros otra historia erótica de ficción. Espero que sea de vuestro agrado.

La conocía desde hacía relativamente poco tiempo, aún así, nos habíamos ganado una simpatía, confianza y complicidad mutua.



No era muy alta, rondaba el metro sesenta, pero estaba bien formada.
Delgada, voluptuosa, de carácter amable y muy femenina.
Su cabello negro azabache, liso y largo hasta media espalda. Facciones alargadas, ojos oscuros, grandes y ligeramente rasgados. Boquita de piñón con unos labios bonitos y rosados. Piel blanca y suave.
Tenía una belleza exótica propia de las mujeres del norte de sur América. 
Aquel día fuimos a cenar. Cuando la acompañé hasta su casa insistió en que subiera con ella. Se acababa de cambiar de vivienda y con la excusa de enseñarme su nuevo piso me hizo subir.
Evidentemente lo hice encantado. 
No utilizó la típica excusa de "¿tomamos un café?", que es tan popular que ya ha llegado un momento en el que directamente significa: "¿echamos un polvo?", pero intuí que podría querer lo mismo. 
Llegamos a su piso y me lo enseñó. Este era pequeño pero confortable. 
Entramos en su dormitorio y me pidió que me pusiera cómodo. 
Me senté en la cama mientras ella recogía ciertas cosas que tenía por medio. Ropa, cuadernos y algunos cómics que recolocó en una estantería con los demás. Le encantaban los cómics de manga japonés. 
Ella y yo teníamos muchas cosas en común a pesar de la diferencia de edad. 
Diecinueve años me distanciaban de su nacimiento. Lo cual lo único que indicaba es que yo llegué a esta tierra antes que ella, nada más.
Me gustaba mucho de ella su madurez e inteligencia. También era bella hasta rabiar.
Estar con ella me hacía sentirme bien. No solo era bonita, también tenía un encanto maravilloso. Era un ser de luz. Alguien a quien valía la pena tener cerca. 
Sentado en su cama la veía andar de un lado para otro. De acá para allá. En un momento dado me puse en pie, la agarré por los brazos y la detuve. Sorprendida me miró.
Estábamos frente a frente a escasos centímetros.
- ¿Qué quieres? -  dijo ella con aires de indiferencia.
Aquello estuvo a punto de echarme para atrás. Pero no me di opción a vacilar. Sin pensarlo dos veces la besé.
Por un momento pensé que podría enfadarse, que quizás me abofetearía. Pero nada más lejos de la verdad. Después de mi beso fue ella quien me besó a mí.
Nos abrazamos de pie, ante su cama. Ella de puntillas y yo ligeramente inclinado hacia adelante.
Nuestras lenguas se acariciaban mientras sentía como iba subiendo la temperatura de aquella habitación.
Mis manos no se detuvieron. Acariciaron sus pechos y se deslizaron hasta su espalda donde soltaron su sujetador como por arte de magia. 
Ella tampoco se detuvo. Desabrochó mi pantalón casi sin que me diera cuenta, metió sus manos dentro y agarró mi miembro erguido que la esperaba con impaciencia. 
Se arrodilló sin previo aviso me bajó los pantalones y los calzoncillos, y al tiempo que me miraba desde abajo con timidez se introdujo mi pene en su boca y lo comenzó a lamer y chupar como si llevara toda la vida haciéndolo. 
Su boca me produjo un gran placer. Lo lamió durante diez minutos por lo menos. Llegado a un momento no podía aguantar más. Le quité el juguete de la boca, la cogí con delicadeza y la tumbé en la cama. De un tirón le quité el pantalón, las bragas y hasta los calcetines. 
Me moría de ganas por verla desnuda y poseerla. 
Sus piernas lampiñas, blancas, largas y estilizadas se unían en un pubis depilado como el de una niña pequeña. Aunque ella de niña no tenía nada. 
Apresuradamente me deshice de mi ropa. Ella sin dudarlo se desnudó también.
Tenía unos bonitos pechos, erguidos y bien formados encumbrados por unos preciosos pezones rosados. Su cintura era estrecha y fina. Tenía buenas caderas y un culito, del que ella se quejaba al encontrarlo pequeño, pero del que os puedo asegurar no le quitaría ni añadiría nada. 
Era hermosa como ella sola. Una obra de arte en movimiento, arte efímero, dulce y bello.
Me observaba desnudo al igual que yo a ella. 
Comenzó a acariciarse el clítoris y me pidió que fuera, que estaba muy mojada, que me necesitaba con urgencia a su lado. 
Su acento dulce y sus hermosas y femeninas maneras me encantaban.
Salté sobre ella en la cama. 
Su suave piel, su tierna carne, su olor a hembra me embriagaban. La besé en los labios, besé su cuello, a mordisquitos descendí por él hasta llegar a su pecho y me metí un pezón en la boca. Le comí un pecho mientras acariciaba el otro. Ella me abrazaba con las piernas y acariciaba mi pelo con las manos. Se dejaba amar. Disfrutaba de lo que hacía. Seguí descendiendo, lamiendo y besando su sedosa piel hasta llegar a la ingle. Ahí me detuve. El aroma de su entrepierna era dulce, con cuerpo pero que invitaba a comerlo. 
Besé y acaricié ambas ingles, exhalando ante su vagina, viendo como esta lubricaba y como ansiosa ella esperaba el momento en el que decidiera comérmela. 
Finalmente comencé a lamerle el clítoris. 
Lo lamía, lo succionaba. Notaba como todo su cuerpo se estremecía de placer. En un momento dado comencé a jugar con los dedos y a introducirle uno dentro de la vagina al tiempo que le lamía el clítoris. En pocos minutos la hice alcanzar su primer orgasmo. Este fue muy intenso. Gritaba como loca y se retorcía de placer. Al finalizar parecía agotada, como si hubiera hecho un esprín. 
Lentamente fui ascendiendo por su cuerpo. al llegar a su rostro, como si estuviera desesperada me besó con ansiedad. Acto seguido me susurró al oído que se la metiera y así lo hice. 
Le introduje el pene en la vagina y comencé a copular con ella. 
primero con suavidad, y gradualmente, fui dándole con más ímpetu. 
En un momento dado cambiamos y se puso a cuatro patas. La agarré del pelo y la penetré con fuerza. 
Comenzó a sentir un gran placer. Estaba empapada mientras yo luchaba por no llegar al orgasmo.
Conseguí hacer que se corriera entre gritos. Parecía que la estuvieran matando. Sus dulce voz entre gritos me excitaba todavía más. 
Estaba tan mojada que parecía que se hubiera meado.
Cambiamos la postura, ella se colocó sobre mí y seguimos durante más de media hora. 
Al principio con calma, suave, llegados un momento cabalgaba sobre mí con gran fuerza y ansiedad. Sus pechos botaban que daba gusto. Tiraba de ella, la abrazaba y me llevaba sus tetas a la boca. Lamía sus preciosos pechos. Me encantaba el sabor de su piel. 
Era maravilloso verla teniendo sexo conmigo. Estaba a punto de volverse a correr cuando de un gesto le di la vuelta y me puse encima suyo. 
Le dije que en esta ocasión nos correríamos juntos. Así que comencé a embestirla con fuerza y energía. Gritaba como una loca. Mis músculos se contraían. estaba cerca y podía notar que ella también. Contrajo los músculos vaginales abrazando mi pene desde dentro, como si lo sujetara con la mano. Continué embistiéndola con fuerza. Daba la impresión de que la cama se nos iba a caer a pedazos. 
Estaba al borde del orgasmo. Ella comenzó a dar sacudidas y de repente yo también me corrí.
Eyaculé en su interior como si mi vida me fuera en ello. 
Fue uno de los mejores orgasmos que he tenido. Conseguimos llegar a la vez. 
Fue intenso y muy placentero. En cierto modo fue como si por un segundo mi alma se saliera de mi cuerpo luego volviera a entrar. 
Abrazados, desnudos, reímos empapados en sudor. La besé en los labios y me tumbé junto a ella. 
Estaba agotado y feliz. 
Fue maravilloso. Nuestra primera relación sexual. 
Aquella noche me hubiera gustado quedarme con ella pero tenía compromisos a primera hora de la mañana por lo que al cabo de unas horas me di una ducha, me vestí y muy a mi pesar me marché de allí.
Nuestra relación daba un paso a su siguiente nivel.
Me sentía feliz y satisfecho. Ella estaba encantada conmigo.
La besé en los labios antes de marchar y pude ver en sus ojos que me adoraba. 
La felicidad muchas veces está en eso, en dar amor, recibir amor y ver en los ojos de la persona amada el deseo de encontrarse contigo una y otra vez.
Realmente por una mujer así de noble, honesta y comprometida valdría la pena de dar hasta la vida. 
Por una mujer así un hombre es capaz de cualquier cosa. 
Estas son las cosas que hacen que la vida valga la pena.

Eso es todo por ahora.

Espero que haya sido de vuestro agrado. 

Hasta la próxima!

Alberto Hidalgo.


 



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